Existe un parásito que puede incitar al suicidio, y la tercera parte de la población lo tiene
Existe un parásito unicelular llamado Toxoplasma gondii que puede pasar desde el intestino humano hasta el cerebro y provocar pensamientos suicidas y situaciones de alto riesgo. Casi un tercio de la población mundial está infectada.
No obstante, este parásito puede causar muy fácilmente una infección (generalmente débil) llamada toxoplasmosis. Contagiarse es muy sencillo, basta con consumir carne de cerdo o cordero poco cocinado, o beber aguas contaminadas.
Este parásito está además íntimamente relacionado con una de nuestras mascotas favoritas: los gatos. Las células de los felinos (sus huéspedes primarios) son el lugar en el que se reproduce inicialmente el T. gondii.
La toxoplasmosis es especialmente peligrosa para los fetos cuya madre desarrolla la enfermedad durante el embarazo. También afecta a personas con problemas en su sistema inmunológico. En el resto de los casos la infección se considera leve, y sus efectos no pasaban de una ligera inflamación cerebral.
O al menos eso pensábamos hasta la publicación de un estudio reciente que relaciona a la toxoplasmosis con un alza en las probabilidades de intentar suicidio.
Estudios anteriores ya habían detectado cambios en el comportamiento de los infectados por este parásito, especialmente entre quienes padecían depresión; cambios que en ocasiones conducían incluso a intentos de suicidio.
Lo que acaba de descubrir ahora la profesora Lena Brundin, experta en psiquiatría experimental de la Universidad Estatal de Michigan, es que la gente que da positivo en la infección por T. gondii tiene un riesgo siete veces mayor de intentar atentar contra su vida.
Brundin y su equipo han sido los primeros en reflejar puntuaciones en una escala de intentos de suicidio entre personas afectadas por el parásito.
En sus propias palabras: "Se estima que el 90% de las personas que intentan suicidarse sufre un trastorno psiquiátrico diagnosticado. Si pudiésemos identificar a las personas infectadas por el parásito entre las que padecen este tipo de trastornos, esto nos ayudaría a predecir quién de ellos posee un riesgo más alto de suicidio".
Con más de una década de experiencia en el tratamiento de depresiones, la profesora Brundin ha descubierto que el antidepresivo más efectivo es el SSRIs, siglas que responden a inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina. Este fármaco incrementa el nivel de serotonina (la llamada "hormona de la felicidad").
Es más, su investigación mostró también que un nivel bajo de serotonina en el cerebro podría ser un síntoma de la depresión, y no la causa de ella.
En su opinión, la causa de la depresión está probablemente más relacionada con una inflamación en el cerebro. De ahí la importancia de estudiar al parásito responsable de la toxoplasmosis. Según la profesora Brundin, cuando se inflaman partes del cerebro, su química cambia, lo cual puede provocar fácilmente depresiones e incluso pensamientos suicidas.
Gracias a este trabajo, sin duda se abre un campo de investigación en psiquiatría muy interesante de cara a la prevención de autolesiones.
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