Mao Zedong fue responsable de la muerte de más de 70 millones de personas en tiempos de paz, más de 3 veces que Hitler


Mao Zedong fue responsable de la muerte de más de 70 millones de personas en tiempos de paz; eso es más de tres veces de las que Hitler o Stalin provocaron.

Mao Zedong fue responsable de la muerte de más de 70 millones de personas en tiempos de paz, más que ningún otro líder del siglo XX. Primera frase de la última biografía sobre Mao: la historia desconocida (Jung Chang y Jon Halliday, 2005).

No importa lo mucho que haya cambiado China en el último cuarto de siglo, con los rascacielos erigiéndose imponentes en el paisaje de Shanghai y los nuevos ricos estrenando mansiones en las afueras de Beijing, los años no han pasado por él. Es difícil recorrer un pueblo, una ciudad o una pequeña aldea sin encontrarse con algún retrato suyo. Su figura sigue presidiendo la Puerta de Tiananmen en Beijing. El pequeño «Libro rojo» en el que plasmó sus teorías se vende en mercados y tiendas de recuerdos y su imagen paternal adorna los billetes de 100 yuanes. El viejo Chung, en su pequeño taller de las afueras de la ciudad de Kunming, al oeste del país, continúa esculpiendo bustos con su imagen como si esperara que fuera a presentarse en cualquier momento para dar el visto bueno a su trabajo. «Mao, nuestro Sol», dice Chung afanado en sus esculturas. «Nunca habrá otro como él».


Sí, China sigue queriendo a Mao Zedong (1893-1976).



Y es precisamente esa pasión por el líder chino, y lo contradictorio entre ese sentimiento y la cita que encabeza este artículo, lo que mantiene vigente la fascinación por uno de los grandes personajes de la Historia. Mao sigue siendo un ídolo en China, inspirador de guerrillas como la que estos días hunde a Nepal en el caos y el dictador Oso de Peluche que adorna muchas estanterías de Occidente. Los puestos del mercadillo de Cat Street, en Hong Kong, viven casi exclusivamente de los turistas extranjeros que compran estatuas, chapas, gorras o relojes con la imagen del Gran Timonel.

¿Cómo ha logrado el hombre cuya última biografía dice que provocó más muertes que Hitler (22 millones entre 1933 y 1945), Stalin (21,5 millones entre 1929 y 1953) o Pol Pot (de uno a dos millones entre 1975 y 1979), sobrevivir a su propia historia hasta convertirse en un ídolo? ¿Por qué el pueblo chino, el que más sufrió su megalomanía y ambición desmedida, lo sigue venerando como a un héroe?

La escritora china Jung Chang y su marido, el historiador británico Jon Halliday, emprendieron hace una década una investigación encaminada a desmontar, una a una, «las fábulas» que han hecho grande al dictador chino. El resultado, las 800 páginas de Mao: la historia desconocida, es un demoledor trabajo que acaba de ser publicado en el mercado anglosajón y que, como era de esperar, no podrá ser leído en China.

Los ciudadanos chinos son sistemáticamente «protegidos» por los herederos políticos de Mao de versiones sobre su vida que chocan con la que el régimen comunista ofrece a su pueblo desde la guardería.«Es ese lavado de cerebro el que impide que conozcan la verdad», asegura Chang.

La escritora afincada en el Reino Unido es conocida de sobra por los líderes chinos por haber descrito al detalle la forma en la que su familia (tres generaciones de mujeres) vieron sus vidas devastadas por las políticas de Mao en su best-seller Cisnes Salvajes (1991), del que se han vendido 10 millones de copias en 30 lenguas. La forma en la que los padres de la autora fueron denunciados como traidores durante la Revolución Cultural, las torturas sufridas por su padre y su propia odisea con una de las guardias rojas de Mao han llevado a la escritora a dedicar toda su vida a estudiar al personaje y, sobre todo, al hombre.Mao, la historia desconocida es un intento de desnudar una personalidad compleja a través de los relatos de más de 150 personas que conocieron de cerca al líder chino, el descubrimiento de documentos inéditos y sorprendentes testimonios como el de su enfermera personal, que revela que Mao, a pesar de haber dejado una larga lista de citas para la Historia, tuvo una despedida más bien ordinaria en su lecho de muerte. «Llamad a los médicos, me encuentro mal», fueron sus últimas palabras.

Las nuevas investigaciones revelan detalles ya conocidos de Mao, desde su carácter mujeriego a su aprehensión por la higiene, contada previamente por su antiguo doctor personal. Más sorprendentes son datos que demuestran que detrás de sus supuestas políticas erróneas se escondía una mente cruel y calculadora que no sentía ningún aprecio por la vida de sus compatriotas.

Los historiadores coinciden en que el dictador chino provocó durante su disparatada política del Gran Salto Adelante una de las grandes hambrunas de la Historia, en la que murieron entre 23 y 38 millones de personas, según a quién se pregunte. Aquella utopía comunal campesina no habría sido posible sin que Mao hubiera impuesto sus fantasías de grandeza a todo su pueblo a través de la represión. Incluso cuando la gente agonizaba por todo el país, a la vista de quien tuviera ojos, nadie se atrevió a sugerir que las políticas del jefe estaban siendo las responsables de la tragedia o que ésta estuviera teniendo lugar. Al contrario: la prensa, los funcionarios regionales del Partido Comunista y los consejeros de Mao competían entre ellos para exagerar las cifras de producción de grano y acero, haciéndole creer que el país tenía hasta 100 millones de toneladas más de grano en sus reservas y reafirmándole en su idea de que en 15 años China igualaría la producción de acero de Gran Bretaña.

El Sol Rojo no podía estar equivocado y quienes se atrevieron a sugerirlo, incluso si se trataba de héroes nacionales como el Gran General Peng, a quien Mao había dedicado uno de sus poemas, fueron eliminados. Pero la hambruna había sido considerada hasta ahora como eso, un error. Chang y Halliday ofrecen otra versión: gran parte del grano producido durante aquellos años fue exportado a la Unión Soviética a cambio de la tecnología para elaborar la bomba atómica china. Los autores aseguran que Mao sabía que millones de chinos morirían en aquel trueque y citan textualmente la respuesta dada por el Gran Timonel a quienes dentro del Partido temían una catástrofe humanitaria: «La mitad de China puede morirse (si conseguimos la bomba)».

La supervivencia de Mao como mito no puede desligarse del futuro de sus herederos políticos, que hoy mandan en China. El Partido Comunista salvó la imagen del líder tras su muerte, culpando a otros de sus errores y minimizando su responsabilidad en los desastres padecidos por el pueblo. Al fin y al cabo, Mao era el Partido y el mito debía seguir vivo para que sus sucesores siguieran disfrutando de las mieles del poder. Pero los damnificados por las políticas del líder fueron tantos, y la responsabilidad del presidente tan evidente, que el régimen tuvo que buscar una fórmula que no ofendiera del todo a sus víctimas. Fue así como se llegó a la conclusión oficial de que el líder tuvo un 70% de aciertos y un 30% de errores.


Fuente: El Mundo

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