¿Por qué la risa es contagiosa?
Cuando vemos sonreír a alguien, se genera actividad en la misma parte del cerebro que se activa cuando nosotros sonreímos. Cuanto más intensa es la expresión que vemos, mas reacciona el cerebro.
Científicos ingleses hallaron evidencias sobre el poder contagioso de la risa: nuestro cerebro sería particularmente sociable, ya que gatilla una sonrisa como respuesta a la primera carcajada que percibe. "Parece que es absolutamente cierto que si reímos el mundo entero ríe con nosotros", dijo a La Nación Sophie Scott, investigadora del Colegio Universitario de Londres, y autora del estudio publicado en la revista Journal of Neuroscience .
Estudios previos habían demostrado que cuando observamos una cara sonriente se activa un grupo de células nerviosas llamadas neuronas espejo, que nos impulsan a sonreír. El fenómeno es evidente en los bebés, que sonríen a quien les sonríe.
El nuevo estudio reemplazó el estímulo visual por uno auditivo. Los investigadores seleccionaron vocalizaciones que correspondían a emociones positivas (diversión y triunfo) y negativas (miedo y disgusto) y, mediante estudios de resonancia magnética funcional, monitorearon la reacción cerebral de un grupo de voluntarios.
Las neuronas espejo se activaron como respuesta a todos los sonidos, preparando a los músculos faciales a entrar en acción. Sin embargo, la respuesta fue más intensa en el caso de las risas y voces triunfantes, hecho que no deja de ser una buena noticia, ya que la realidad no siempre permite presuponer que las emociones positivas son más contagiosas que las negativas.
Sophie Scott interpretó este hallazgo particularmente socializador del experimento: "El hecho de que las emociones positivas activen el sistema de neuronas espejo en mayor medida que las emociones negativas nos permite comprender cómo las emociones positivas promueven la cohesión social".
Del estudio se desprende una conclusión trascendente: contamos con un cerebro social que nos asegura las bases biológicas capaces de favorecer la interacción y la empatía, fenómenos fundamentales para la vida en sociedad. Pero además, tendríamos una tendencia innata a sumarnos a las emociones positivas.
Y es en este punto que adquieren valor movimientos como la psicología positiva, impulsada unos pocos años atrás por Martin Seligman, de la Universidad de Pensilvania y Edgard Diener, de la Universidad de Illinois, como un intento por desplazar a la psicoterapia del registro más negativo de la enfermedad mental e impulsar el más optimista de la salud mental.
Aunque rescata el valor de la psicología positiva, el licenciado Fernando Torrente, jefe de Terapia Cognitiva del Instituto de Neurología Cognitiva asegura que "la mayoría de los clínicos con experiencia siempre supieron de la importancia de las emociones positivas y de fortalecer los recursos positivos de los pacientes".
Así, reivindica el valor de las conductas que promueven una mayor estimulación positiva, desde el cuidado del aspecto físico hasta la realización de actividades sociales gratificantes. "Sin embargo -advierte-, no hay que caer en reduccionismos". Y recuerda que, así como el estudio inglés demostró que las emociones positivas se contagian, otros demostraron que las negativas también pueden contagiarse.
Fuente: NatGeo y La Nación
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